lunes, 24 de julio de 2006

"Nuestra lengua materna es la democracia"

Jose Andrés Torres, sociólogo y diputado socialista, jefe de gabinete de ZP, opina en el reportaje de Millás en El País que las dificultades de Zapatero con los medios ("Lo que hace fuerte a Zapatero es su apoyo social. Conecta con la gente, no con los medios") se explican en clave generacional:

"La generación de Felipe González tiene un gran relato sobre sí misma, un relato épico. Nosotros somos una generación sin relato. Más aún: nuestra generación no hace relato, no relata, no escribimos, no hay cosas nuestras".

Bien, pues llevémosle la contraria o empezemos a subsanar, entre todos los que pertenecimos en su día a la generación siguiente a la llamada "generación tapón", esas lagunas.

No estuvimos detenidos, pero sí retenidos más de una vez. No conocimos, criaturitas, el mayo del 68, pero sí sus consecuencias inmediatas. Sí contribuimos a construir una democracia que apreciábamos, aunque el sitio que había para nosotros, donde nos pusieron o dónde nos refugiamos, era el ángulo ciego de la sociedad de entonces. Hablemos: "nuestra lengua materna es la democracia" (ZP).


Aquella mañana, eran las 7, me despertó mi abuelo y me dijo: Franco ha muerto. Me lo dijo para que no fuera a la Universidad, porque no iba a haber clases. Pero no le hice caso. Me vestí rápidamente y me marché a la Facultad y me encontré con mis compañeros y muchas botellas de champán explotando. Quizás por mi formación judeocristiana... no brindé... No me parecía mal, pero me chocaba... Había muerto en la cama, no?. Pues ya está. Había ahora que trabajar.

Me tocó, que se dice pronto, el cambio político. Era estudiante de medicina, alumno interno del profesor José María Bedoya. Hubiera sido obstetra probablemente, porque me gustaba lo de traer niños al mundo, pero tras la muerte de Franco... Aquello me cambió la vida. Ya no iba a bastar con la protesta o la algarada como aquél día en que en Marqués de Pickman corría por entre los escombros de las casitas bajas de Santa Teresa y tenía a un policía cerca al que podía haberle tirado una piedra y evitar que, como hizo, me cogiera por la melena y... Alguna vez he bromeado sobre estas cosas con Antonio Bertomeu, el que fue jefe superior de policía de Sevilla, aunque nunca actué de forma violenta contra los grises. Eso lo hacían los ‘troskos’. Ellos buscaban el enfrentamiento, la bronca inmediata... y cuanto peor, mejor. Mi actitud siempre fue otra, por influencia de mi padre...

Recuerdo como en la de 1974, la manifestación más importante que se convoca en la Universidad, impulsada desde Medicina, estudiantes de todas las facultades acudieron a la llamada con la excusa de reivindicar la apertura del Hospital Universitario. Era la excusa, claro. De inmediato las consignas derivaron en gritos a favor de la libertad y contra la dictadura. Llevaba un chaleco naranja y estaba en el grupo de la cabecera de la manifestación que discurría por las cercanías de Medicina. Al lado estaba mi casa, pasamos por delante de ella... y me vieron mis padres. El chaleco me delataba en la distancia. Mi padre entonces bajó enseguida pero no para reprenderme, sino que no se le ocurrió otra cosa que dirigirse a la policía armada, a los antidisturbios, para decirle: ‘miren, no vayan a cargar ustedes contra estos jóvenes, porque ellos lo que están reivindicando son mejoras para la ciudadanía...’. Fíjate lo que hubiera podido pasar... lo podían haber detenido incluso, pero él siempre creyó en su capacidad de persuasión y de convencimiento. Y la influencia, también, de aquél policía. Creo que entonces era capitán... no sé, pero venía al frente de los grises, y se plantaba delante de quienes íbamos a participar en la manifestación. Él me había dado gimnasia y me conocía perfectamente (él nos contaba en clase que cómo iban a perseguir delincuentes si los coches de los policías eran unos “milquinientos pegaos”...). En fin que, a veces, me iba a saludarlo. ‘Profe, qué tal?. Qué pasa niño, cómo estás?. ¿Qué, estudiando, no?’, me preguntaba. ‘Cómo está tu padre?. Bien... ya sabe’, le decía. Y echábamos un ratito de conversación hasta que me decía: ‘Bueno, tú “pallá” y yo “pacá” que esto va a empezar’. Y entonces tocaba la carga... En aquel momento de represión y violencia no había esos odios canallas, sino: yo tengo que “restablecer el orden”... y yo tengo que alterarlo.


Foto: la calle San Fernando en 1968. Archivo Gelán.

Ahora la lucha tenía que ser en la calle, sí, las instituciones nos estaban aún vedadas, pero de otro modo. Me acuerdo cuando le llevaba comunicados a Juan Teba que, vestido de uniforme, me los recogía en una oficina de Iberia en el Pasaje Villasís para EL PAIS... Y antes, ¿o después?, fui corresponsal en la Vega del Guadalquivir de El Correo de Andalucía en tiempos de Federico Villagrán y de José Mª Javierre. El cura Eduardo Chinarro era el jefe de la sección laboral y José Mª Gómez el jefe de los equipos de corresponsales. Entonces en la Vega, desde La Algaba hasta Lora del Río, el periódico no tenía apenas difusión. Así que organizo la huelga, hago la información, se la llevo personalmente a Chinarro y además luego vendo los periódicos. Yo mismo era el que hacía la distribución y el reparto de los periódicos, porque no había otro. Recuerdo que me cabreaba muchísimo porque la gente decía: "Oye, ¿ habéis leído el ABC ése nuevo que ha traído Alfredo?." He contado muchas veces esta historia a unos y a otros : a Álvaro Villagrán, a Antonio Hernández Rodicio, a Pepe Gutiérrez, a Yélamo... y a sus antecesores.

(Continuará...)