sábado, 29 de julio de 2006

La alianza de los moderados


Ser radical, querer ir a la raíz de las cosas y no irse por las ramas, no es antónimo de moderación. Me quedo con las acepciones primeras de radicalidad (básico, substancial, esencial...), frente a las más peyorativas (extremado, excesivo...). Y entiendo la moderación más como tolerancia, sensatez, templanza o mesura que como parsimonia, freno o paños calientes.

Honestamente, decentemente, comedidamente me atrevo a convocar a la cordura, a la sensatez, allí donde quiera que esté, no para echar agua al vino de los legítimos intereses, ni para disminuir, atenuar o amansar el trote digno de cada cual. Y mucho menos osaría reprimir o refrenar la libre expresión de nadie. Sólo invito a parar el carro de la crispación, recoger las velas por ella mal desplegadas, sentar la cabeza, bajar el punto y quitar hierro para aliviar la tensión social. Y a mudar el tono.

Creo que eso es lo que los ciudadanos piden y agradecen de los políticos: moderación y sentido común, sobre todo porque esos valores suelen formar parte de la eficacia: eficacia del gobierno y también eficacia de la oposición. Creo que la historia reciente de nuestro país ofrece enseñanzas muy evidentes sobre lo uno y lo otro.

A la vista de lo que supone actualmente la vida política local en Sevilla un ciudadano podría preguntarse si no hay un solo asunto, un solo proyecto, una sola iniciativa entre cientos, que pueda concitar el acuerdo de la oposición con el gobierno por el bien de la ciudad, lo cierto es que confío más en el componente cívico, que es el fundamental, de esta alianza de los moderados.

Creo que los agentes ciudadanos, sociales, económicos, culturales,... son mucho más moderados y me transmiten buenas vibraciones acerca de la posibilidad, y de la necesidad, de que en Sevilla se genere esa alianza cívica para impulsar los principales proyectos de transformación y modernización y para transmitir una imagen de futuro de la ciudad.