Jacinto Pellón
"Jacinto Pellón ha muerto (10/05/06) en Barcelona con 70 años. Fue
presidente de la sociedad estatal “Expo 92” de Sevilla.
Conozco de primera mano la preocupación del ministro Virgilio
Zapatero, por que no se terminase a tiempo. Era no sólo un
escándalo, por definición, universal. También estaba lograr
o no un reto que afectaba a nuestra autoestima: teníamos
que demostrar que la España de 1992, ya no era un país
desorganizado, incompetente, incapaz de superar el examen
del trabajo eficiente y de la excelencia...
Había una característica de la España “negra” que también
se asociaba a las otras: la chapuza y el latrocinio económico.
Contra los augurios mezquinos de muchos críticos de la
“Expo”, no sólo fue un triunfo sino un modelo mundial. De
modo que los enemigos políticos de lo que significó, se
cebaron en atacar por el único flanco que estaba abierto: la
honradez de Jacinto Pellón. Estuvo procesado durante siete
años, sometido a una campaña feroz desde los medios
informativos que no hace falta citar, hasta que el juez
Baltasar Garzón sobreseyó la causa, con todos los pronunciamientos
favorables. ¡Que fácil es ahora describir años de
linchamiento en dos líneas!...
Sevilla, la ciudad sureña de una Andalucía tópica
necesitaba, por su propia dignidad, que el desafío de la
exposición universal saliese tan bien como los eventos de
ciudades que tenían ya ganado el título de eficaces. Estaba
también en juego el tren de alta velocidad, con el que el
Gobierno quería acabar con una Andalucía imagen del subdesarrollo
y del folklore; una estampa acuñada por la propaganda
del régimen franquista. Pero además, estaba el no
menor asunto de que Felipe González y Alfonso Guerra eran
sevillanos, y a alguien parecía molestarle que los pronósticos
nefastos sobre la “Expo”, no se cumpliesen, desmintiendo
también los no menos nefastos vaticinios sobre el
Gobierno que por entonces encarnaban ambos sevillanos.
Jacinto Pellón, Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y
Puertos, había ejercido su profesión en el sector privado.
Era una humanidad de carácter y de apariencia física.
Agradable, expansivo, sencillo y culto al mismo tiempo, con
su envergadura corporal y esa cabeza clásica, barba cortada
a la misma longitud que el cabello rasurado, podía aparentar
ser un militar o un escritor americano viajero por países
conflictivos. Ingeniero acostumbrado a planificar y a
ordenar a miles de trabajadores, fácilmente podías imaginártelo
mezclando el hormigón en un tajo o empujando un
camión atascado en la obra. Cántabro, su energía sirvió
para que la Sevilla de toda la vida, comenzase una campaña
contra él...
Las obras se terminaron a tiempo, la exposición fue un éxito, y hoy es el día que se tiene que reconocer que
La Cartuja, el complejo que quedó después de la “Expo”, ha sido
un motor de innovación económica
para Sevilla.
Los agitadores
que pasan por periodistas,
cuando fue declarada su absoluta inocencia por la Justicia, siguieron escribiendo
con la misma saña irresponsable: “presunto inocente”, fue
como le llamó durante días uno de los corifeos, cuando
conoció que el magistrado archivaba la querella. Pellón sólo
dijo que lo sentía por toda la gente que había trabajado con
ilusión en aquel reto...
Más allá de lo deleznable moralmente que tiene la historia
que sufrió Jacinto Pellón, se encuentran constantes castizas
de la peor antropología hispánica; se acepta, incluso se
aplaude, que la gente humilde y sin apellidos notables,
defienda con orgullo su condición humilde; lo que no se
acepta bajo ningún concepto es que un humilde quiera ser
tan importante, tan rico o tan inteligente como los que lo
son por familia o por pertenecer a un grupo privilegiado.
Esa es la historia subterránea del calvario de Pellón, y en
realidad, de todo un tiempo que aún no ha pasado. "
presidente de la sociedad estatal “Expo 92” de Sevilla.
Conozco de primera mano la preocupación del ministro Virgilio
Zapatero, por que no se terminase a tiempo. Era no sólo un
escándalo, por definición, universal. También estaba lograr
o no un reto que afectaba a nuestra autoestima: teníamos
que demostrar que la España de 1992, ya no era un país
desorganizado, incompetente, incapaz de superar el examen
del trabajo eficiente y de la excelencia...
Había una característica de la España “negra” que también
se asociaba a las otras: la chapuza y el latrocinio económico.
Contra los augurios mezquinos de muchos críticos de la
“Expo”, no sólo fue un triunfo sino un modelo mundial. De
modo que los enemigos políticos de lo que significó, se
cebaron en atacar por el único flanco que estaba abierto: la
honradez de Jacinto Pellón. Estuvo procesado durante siete
años, sometido a una campaña feroz desde los medios
informativos que no hace falta citar, hasta que el juez
Baltasar Garzón sobreseyó la causa, con todos los pronunciamientos
favorables. ¡Que fácil es ahora describir años de
linchamiento en dos líneas!...
Sevilla, la ciudad sureña de una Andalucía tópica
necesitaba, por su propia dignidad, que el desafío de la
exposición universal saliese tan bien como los eventos de
ciudades que tenían ya ganado el título de eficaces. Estaba
también en juego el tren de alta velocidad, con el que el
Gobierno quería acabar con una Andalucía imagen del subdesarrollo
y del folklore; una estampa acuñada por la propaganda
del régimen franquista. Pero además, estaba el no
menor asunto de que Felipe González y Alfonso Guerra eran
sevillanos, y a alguien parecía molestarle que los pronósticos
nefastos sobre la “Expo”, no se cumpliesen, desmintiendo
también los no menos nefastos vaticinios sobre el
Gobierno que por entonces encarnaban ambos sevillanos.
Jacinto Pellón, Doctor Ingeniero de Caminos, Canales y
Puertos, había ejercido su profesión en el sector privado.
Era una humanidad de carácter y de apariencia física.
Agradable, expansivo, sencillo y culto al mismo tiempo, con
su envergadura corporal y esa cabeza clásica, barba cortada
a la misma longitud que el cabello rasurado, podía aparentar
ser un militar o un escritor americano viajero por países
conflictivos. Ingeniero acostumbrado a planificar y a
ordenar a miles de trabajadores, fácilmente podías imaginártelo
mezclando el hormigón en un tajo o empujando un
camión atascado en la obra. Cántabro, su energía sirvió
para que la Sevilla de toda la vida, comenzase una campaña
contra él...
Las obras se terminaron a tiempo, la exposición fue un éxito, y hoy es el día que se tiene que reconocer que
La Cartuja, el complejo que quedó después de la “Expo”, ha sido
un motor de innovación económica
para Sevilla.
Los agitadores
que pasan por periodistas,
cuando fue declarada su absoluta inocencia por la Justicia, siguieron escribiendo
con la misma saña irresponsable: “presunto inocente”, fue
como le llamó durante días uno de los corifeos, cuando
conoció que el magistrado archivaba la querella. Pellón sólo
dijo que lo sentía por toda la gente que había trabajado con
ilusión en aquel reto...
Más allá de lo deleznable moralmente que tiene la historia
que sufrió Jacinto Pellón, se encuentran constantes castizas
de la peor antropología hispánica; se acepta, incluso se
aplaude, que la gente humilde y sin apellidos notables,
defienda con orgullo su condición humilde; lo que no se
acepta bajo ningún concepto es que un humilde quiera ser
tan importante, tan rico o tan inteligente como los que lo
son por familia o por pertenecer a un grupo privilegiado.
Esa es la historia subterránea del calvario de Pellón, y en
realidad, de todo un tiempo que aún no ha pasado. "
Pueden acceder al artículo completo de Juan José Laborda (ex presidente del Senado y senador por Burgos desde 1977) en la página 29 de EL SOCIALISTA nº666,de junio de 2006.