domingo, 16 de julio de 2006

El concilio que irritó a Franco -

El Concilio Vaticano II, convocado en enero de 1959 ,fue un acontecimiento revolucionario, que tuvo en España especial relevancia. Empujó a la mayoría de los obispos a alejarse de su hermanamiento con la dictadura de Franco, en la que algunos ocupaban cargos de representación, y contribuyó al fin del nacionalcatolicismo, es decir, la consideración de la Iglesia romana por aquel régimen como "sociedad perfecta" y única religión del Estado. El BOE del 19 de octubre de 1953 definía así a esta religión, con un preámbulo que empezaba diciendo: "En el nombre de la Santísima Trinidad". Cuando fue elegido papa, el 28 de octubre de 1958, el cardenal Angelo Giuseppe Roncalli (Juan XXIII) tenía 77 años. Tres meses después sorprendió al mundo, empezando por la Curia romana, al anunciar la convocatoria de un concilio, el primero universal ya que los anteriores no contaron con obispos de raza negra (no había sido ordenado ninguno hasta entonces). También asistieron delegados de otras Iglesias cristianas. Asuntos nunca tratados en concilio, como la paz, la guerra y la libertad de conciencia y religión, fueron abordados para poner al día a la Iglesia en su lenguaje (nada de latín, todo en lenguas vernáculas); en rezos y ritos (el sacerdote, de cara a los fieles en misa), y en sus relaciones con otras culturas y religiones. Su consigna fue aggiornamento (puesta al día). Juan XXIII murió sin ver concluido el Vaticano II, el 3 de junio de 1963, y los cardenales eligieron sucesor a Giovanni Battista Montini (Pablo VI), que mantuvo el apoyo al sector progresista del multitudinario cónclave eclesiástico (apenas 2.500 obispos; hoy hay casi el doble), asesorados por expertos teólogos, como el dominico Yves Congar, el jesuita Karl Rahner y los jovencísimos sacerdotes Joseph Ratzinger (actual Benedicto XVI) y Hans Küng.