domingo, 5 de noviembre de 2006

Rocío

La Sevilla de hoy, en una agradable mañana de otoño, ha querido venir a un lugar en el que hace años fuimos capaces de romper moldes y salir de nuestro corsé para no volver jamás a encerrarnos en nosotros mismos y descubrimos que nuestra ciudad es más ella misma cuando se abre al mundo. Con el esplendor de la Expo 92 en su apogeo, cuando todos vivíamos ese hermoso sueño de sentirnos universales , aquí también Rocío fue feliz. Ella y las mejores de la copla fueron capaces de producir aquí ,en medio del universo, un milagro de arte que se llamó Azabache. Consiguieron que brillara con luz propia en medio de esa explosión de arte universal que en aquellos meses se estaba produciendo en la isla de la Cartuja. Que no daría yo, con Antonio Burgos," por verte inaugurar (de nuevo) este Auditorio de la Expo del 92, que ya lleva tu nombre, que teniendo siete mil kilómetros de largo de escenario se te quedaba corto, de cómo lo llenabas con tu voz, con tu abanico, con tu quejío..."

Aquí estamos: Sevilla, Rocío y la Exposición Universal. Porque ellas, porque ella y su arte era y es universal. "Traspasando de luz de faro chipionero todas las candilejas que te pusieron, Rocío”

Sólo el recuerdo de aquella joya de Azabache sería suficiente para que ahora la ciudad quisiera recordar a Rocío Jurado en su Auditorio, inmortal y siempre unida a un escenario, a su arte, el motor de su existencia. “Que no daríamos todos hoy por volver a verte, tan guapa, el pelo recogido, con un clavel grana sangrando en tu boca”

Pero además Sevilla, los sevillanos y sevillanas, la gente normal y sencilla, las que desarrollan su vida y afanes cotidianos con la aspiración de que las cosas les vayan bien ellos y a los suyos, la inmensa mayoría de la gente, tiene un sentido especial para captar, incluso a través de los filtros y cortinas que se levantan entre los grandes y el resto de los mortales. Tiene Sevilla un sentido especial, digo, para saber si alguno de esos grandes es “uno de los suyos”. Y con Rocío el pueblo de Sevilla sabía muy bien que ella era una de los suyos, una de los nuestros. Y, para ella, todos los sevillanos éramos como de la familia.

Rocío amaba a Sevilla por sí y también, creo, que como compendio y resumen de Andalucía. Pocas artistas en las últimas décadas ha hecho más gala de ser andaluza que Rocío Jurado. Nadie interpretó mejor el sentido profundo de lo que es ser andaluz, y consiguió, como hacen los grandes artistas, aquello que parece imposible: resumir sentimientos e ideas grandes y profundas en la expresión sencilla de una canción. Ella realizó una interpretación (una y mil veces, recordada) una versión inolvidable del himno de Andalucía, que a partir de ese momento ya nunca más lo oímos de la misma manera que hasta entonces. Había mucho poderío y mucha Andalucía en aquella voz de España y América.

Pero no sólo es este un reconocimiento de admiración, es también un reconocimiento de identidad, Rocío se identificaba con Sevilla y Sevilla con Rocío. Rocío es barroca y sóbria, es ferviente y sosegada, se preocupa siempre de los que la rodean y de los que llegan, a veces, más que de su propia persona, es defensora de la tradición y no le dan miedo los nuevos retos, cantaba flamenco como pocas y consiguió ser una reina del soul y del blues. ¿Verdad que si no supieramos que hablamos de una persona pensaríamos que se trata de Sevilla? Por eso se ha producido esa conexión con la figura de Rocío, porque nuestra ciudad se dimensiona cada día a la medida de las personas.

Pero Rocío, su arte, no nos pertenece. Aquí, junto a esa vieja Cartuja Universal y ante este símbolo de universalidad moderno de Sevilla, en un escenario que la vio y la sintió (como diría Pastora) derrochar su arte y que escuchó los aplausos, los “olé”, los “guapa” que el pueblo sevillano le dedicaba en cada una de sus actuaciones, queremos decir que, Rocío Jurado, nuestra Rocío es universal.

Rocío ha sido una artista grande porque ha sido capaz de relacionarse con la música en mayúsculas, con todas las músicas. Ha creado con diferentes estilos y tendencias, con músicos jóvenes y con grandes maestros, discos intimistas y proyectos con grandes orquestas. A nadie podía sorprender la unión del sector en el sentimiento de su “hasta pronto”. Considerada maestra por todos, ahora todos los músicos del mundo que pasen por este escenario se sentirán contentos por poder honrar a una de las grandes de la canción de todos los tiempos.

A partir de ahora el nombre de Rocío Jurado divisará cada mañana nuestra Sevilla, su Sevilla y podrá cantarle al Guadalquivir para que este luego le susurre las coplas a Sevilla y los tres permanezcan en eterna relación de amor, confidencialidad y confianza, como a ella le gustaba.

Recuerdos, añoranza, memoria, amor en definitiva. La ciudad, que recibe ahora este Auditorio de la Expo, ha querido, lo primero, ponerle su nombre para siempre, y situar a Rocío de manera simbólica en el lugar que ya ocupa de manera real: el corazón sentimental de la Sevilla, no ya de ayer, sino de hoy y de mañana.