Pergamino en memoria de los alcaldes y concejales
No vi odio, ni vi resentimiento, ni por supuesto violencia, ni siquiera vi heridas abiertas. No, no vi nada de eso. Esta mañana, en la Casa Grande vi una inmensa dignidad, vi orgullo por nuestra historia, la historia breve y dolorosa de la democracia y los demócratas de España. Vi emoción, vi respeto, vi ciudadanía,.... Y vi ancianos con los ojos húmedos en recuerdo de unos padres a los que no pueden recordar, porque se fueron cuando ellos no sabían aún pronunciar su nombre. Ahí estaban, ellos y ellas, los hijos de los concejales y alcaldes asesinados hace setenta años, enderezando su porte cansado, conscientes de la dignidad y trascendencia del momento, el momento en que la corporación por la que sus padres dieron la vida les rendía reconocimiento y honraba su memoria. Sólo con verles y sentirles en su emoción, ya todo estaba justificado.
Sonaba el “Canto de los pájaros” al violonchelo, y al terminar la tensión emocional estalló en un grito, que sonó como resumen de todo lo que allí estaba ocurriendo, todo lo que antes había ocurrido: ¡Viva la libertad!