miércoles, 1 de noviembre de 2006

Educación en valores

Como digo siempre que puedo, porque me siento muy orgulloso de ello, soy hijo y nieto de maestros. Por eso, además de porque soy padre, todo lo relacionado con la educación me resulta especialmente interesante e importante. Y también entrañable.
Hace pocos días tuve la satisfacción de recibir un reconocimiento que la Federación de los Trabajadores de la Enseñanza le otorgaba a mi padre a título póstumo. Fue todo un honor que nos permitió a todos los presentes recordar aquellos años en los que el franquismo acababa, pero no acababa nunca, en que mi padre, Juan Luis Sánchez Centeno, conocido por sus alumnos como Don Juan Centeno, era dirigente en la transición de la federación de enseñanza de UGT.Y allí reflexionábamos sobre lo que era la educación entonces y lo que es ahora.

La dictadura borró todos los vestigios posible de una educación abierta, hecha para hacer personas, para elevar la cultura y la conciencia de la población. La educación del franquismo, aquella que sufrimos casi todos los presentes, no es ejemplo de nada positivo. Por eso, y es a lo que iba esta reflexión, es especialmente sangrante cuando a los problemas de la educación de hoy, que existen, y algunos son muy serios, se contrapone una supuesta “edad de oro” de la educación en España de hace décadas. Eso es una falacia incapaz de sostenerse.
Si bien era una educación sustentada por muchos profesores que lo daban todo por sus alumnos, como mi padre, también es cierto que ni el sistema, ni los contenidos, ni por supuesto las instalaciones, ni los resultados formativos obtenidos, son como para ser añorados.
Tenemos que ser activos militantes de la reforma y la calidad educativa, pero no añorando tiempos pasados. Los que lo añoran son quizás aquellos que aspiran a una enseñanza segregadora y desigual.

La educación es el pilar básico de la construcción del ser humano, pero voy más allá, de la construcción de la sociedad. ¿Cabe mayor responsabilidad, que poder contemplar cómo nuestra actuación como padres, la de los maestros y la de toda la sociedad incide de manera real, no estoy hablando de metáforas, en que la sociedad de hoy sea algo mejor que la de ayer?

Estamos todos de acuerdo que hay que cambiar muchas cosas en la educación de hoy, hay muchos problemas que solucionar. Como sin duda también los habrá, seguramente otros distintos que solucionar en el futuro.
Pero si no nos comprometemos en esta tarea, como hacen los miembros de las Asociaciones de Madres y Padres, difícilmente podremos llegar a buen puerto.

Hay un antiguo proverbio africano que dice que a un niño lo educa toda la tribu. Es una gran verdad. Creo que debemos aplicar esa idea, y hacer de la ciudad, de la propia ciudad, de su historia, su patrimonio, su cultura, un instrumento educativo de primer orden.
Y ello además con una doble contrapartida: participar en el enriquecimiento formativo e intelectual de los niños y jóvenes sevillanos, y promover en ellos, en los adultos del futuro, su adhesión a la propia ciudad. Que vean Sevilla como el escenario de sus vidas, pero como un escenario al que amar, cuidar, renovar.
En estos días estamos poniendo los cimientos, y hablo casi en sentido literal porque están trabajando los albañiles, digo que son los cimientos de la Sevilla del futuro. Un modelo de ciudad que definimos como La Ciudad de las Personas.
Pues bien, si todos nuestros esfuerzos de hoy por hacer una ciudad para las personas, para los ciudadanos, más humana, se encuentran luego con que no existen en el futuro esos ciudadanos responsables y comprometidos con la propia ciudad, no habremos conseguido nada.
Es básico para todos que la ciudad de las personas se asiente fundamentalmente en la educación de esas personas, de sus formación sí, pero también de su educación cívica, su educación en valores solidarios, humanistas, comprometidos con la comunidad.
Otro modelo no lo veo. Una ciudad de unos pocos blindada contra la mayoría es también posible, pero no sería Sevilla, por supuesto.